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Nuestra Señora del Carmen

Padre Angelo Ferraro

lunes, 13 de abril de 2015

UN PAPANERO

ROMA, 10 de abril de 2015 – Lo ha dicho él con candor: "Tengo la sensación de que Dios me ha puesto aquí para una cosa breve". Cuatro o cinco años, incluso menos.

Es natural que esta confidencia del Papa Francisco haya vuelto a encender las conjeturas sobre quién será su sucesor.

Y en la cabeza de la clasificación de los que hacen apuestas y de los expertos se ha situado enseguida el cardenal que ha sido bautizado "el Papa Francisco de Asia", Luis Antonio Gokim Tagle, filipino de madre china, 56 años: viaja en autobús, acoge a los vagabundos en la catedral, no condena sino que abraza y ha hecho sus estudios de teología en los Estados Unidos con famosos maestros "progresistas". Suyo era el feliz rostro que aparecía al lado de Francisco en el triunfal viaje a Filipinas de enero pasado.

Pero pocos se dieron cuenta de que Francisco había llevado consigo desde Roma a otro cardenal, que ya había estado en las islas después del maremoto de 2013 para llevar "la caridad del Papa" en calidad de presidente de "Cor unum".

Su nombre es Robert Sarah, es africano, tiene 70 años y antes de que su libro-entrevista fuera publicado en Francia hace un mes revelando un perfil asombroso era desconocido para la mayoría. Sorprendentemente, Francisco lo promovió, el pasado noviembre, al cargo de prefecto de la congregación vaticana para el culto divino, un nombramiento importante para la nueva curia en vías de reforma.

Para la Iglesia es el momento de África, un continente de conversos: los católicos eran dos millones en 1900 y hoy son ciento ochenta y cinco millones; es tierra de mártires, degollados como corderos a orillas del Mediterráneo o masacrados en un campus universitario de Kenia. También esto forma parte de la biografía de Sarah.

Nacido en una remota aldea de la sabana, en una familia que se acaba de convertir, es circuncidado a los doce años e iniciado a la vida adulta en la selva. Estudia para ser sacerdote y lo consigue, mientras su país, Guinea, está bajo el régimen sanguinario del marxista Sekou Touré, con el obispo de Conakry, la capital, encarcelado y torturado.

Estudia Teología en Roma, en la Gregoriana y sobre todo en el Bíblico, siendo rector Carlo Maria Martini y con maestros como Lyonnet, Vanhoye, de la Potterie. Durante un año frecuenta la prestigiosa École Biblique de Jerusalén.

Y después vuelve como humilde párroco a Guinea, donde camina a pie por la sabana para llegar al último de sus fieles, en una población de mayoría musulmana. Hasta que en 1978 Pablo VI lo nombra obispo, el más joven del mundo, a los 33 años. Y le confía Conakry, con un Sekou Touré cada vez más enfurecido contra este nuevo pastor, indómito defensor de la fe. Después de la muerte repentina del tirano, en 1984, se descubrirá que Sarah era el primero en la lista de los enemigos que había que eliminar.

Juan Pablo II lo llama a Roma en 2001 y lo nombra secretario de la congregación para la evangelización de los pueblos, para que se ocupe de las más de mil diócesis de los países de misión. Y cuando su prefecto enferma se convierte, a partir de 2008, en el efectivo número uno de Propaganda Fide, en contacto personal con Benedicto XVI que en 2010 lo nombra cardenal y presidente de "Cor unum".

Sarah siente una ilimitada admiración hacia el Papa Joseph Ratzinger: comparte con él la idea de que para la Iglesia de hoy la prioridad absoluta es llevar a Dios al corazón de las civilizaciones, tanto a las de antigua cristiandad - ofuscada o rechazada -, como a las que siguen siendo paganas.

Es el mismo objetivo que él le atribuye al Concilio Vaticano II. Éste y ningún otro, porque el eclipse de Dios es el decaimiento del hombre. "Dieu ou rien", Dios o nada, es el título de su libro, más de cuatrocientas páginas fulgurantes por su profundidad y claridad.
Dios también debe revelar la caridad a los reyecillos del mundo. Sin descuentos. No es aceptable, dice Sarah, que "mientras los cristianos mueren por su fidelidad a Jesús, en Occidente algunos hombres de Iglesia debatan para reducir al mínimo las exigencias del Evangelio".

El cardenal Walter Kasper, el primero de los grandes electores de Jorge Mario Bergoglio, ya está pensando en el después y se inquieta. En su última entrevista se ha preguntado: "¿Será el pontificado de Francisco sólo un breve interludio en la historia de la Iglesia?".

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