Si dejamos que Jesús se acerque a nosotros veremos cómo nos consuela, nos enseña a discernir lo verdaderamente razonable, nos alimenta, nos transforma y nos sana. Los sacramentos son esos momentos privilegiados, adecuados para cada una de las circunstancias de la vida, en que Jesús se acerca a nosotros con toda la fuerza transformadora de su amor.
En el bautismo nos convertimos en hijos protegidos de Dios. La confirmación cambia nuestra debilidad en fortaleza. En la confesión nos perdona del peso de nuestras culpas. En la eucaristía recibimos no solo la gracia, sino que nos alimentamos del propio autor de la gracia. En el matrimonio somos constituidos servidores del amor. En el orden sacerdotal se capacita a unos hombres para que nos puedan administrar los sacramentos. En la unción de los enfermos, se alcanza el consuelo de la serena amistad con Dios para afrontar la muerte con la esperanza en un pronto encuentro feliz y definitivo con Él.

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