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Nuestra Señora del Carmen

Padre Angelo Ferraro

miércoles, 25 de marzo de 2015

CHINA

ROMA, 25 de marzo de 2015 – "¿Si quiero ir a China? Seguro que sí: ¡mañana! Lo único que la lglesia pide es libertad para su misión, sin ninguna otra condición". Esto dijo Francisco el 18 de agosto del año pasado, mientras atravesaba el espacio aéreo chino, por primera vez por parte de un Papa.

Desde entonces han pasado siete meses y se han multiplicado las declaraciones de disponibilidad para un "diálogo fructífero". Por parte del Vaticano, con las voces del cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, y del padre Federico Lombardi. Del lado chino, por boca de los voceros del Ministerio de Asuntos Exteriores, Hua Chunying y Hong Lei.

A comienzos de marzo, el padre Lombardi concedió una larga entrevista a Phoenix TV, un canal de televisión de Hong Kong cercano al gobierno central. En ella, entre otras cosas, hizo saber que para las ordenaciones episcopales en China desea un acuerdo del tipo que está vigente en Vietnam – puesto a punto precisamente por Parolin cuando era subsecretario para las relaciones con los Estados –, donde la Santa Sede presenta su propio candidato al gobierno, y si éste no lo aprueba presenta otro, y así sucesivamente hasta que se llega al consentimiento de ambas partes.

En nombre del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, el vocero Hong Lei se hizo eco de la entrevista del padre Lombardi, con declaraciones tranquilizadoras, comunicadas al diario que se publica en lengua inglesa, el "Global Times", expresión del partido comunista. Pero acompañadas de este golpe de freno:

"El jueves [12 de marzo] Pequín ha incitado al Vaticano a tener en cuenta la tradición histórica y la realidad de los católicos en China, luego que el Vaticano sugiriera una revisión conjunta de las ordenaciones episcopales".

Efectivamente, las ordenaciones de los obispos son una cuestión crucial para la Iglesia Católica en China. Con Mao Zedong, en los años Cincuenta, las autoridades comunistas reclamaron para sí los nombramientos de los obispos, creando las estructuras de una Iglesia sometida al régimen, independiente de Roma y potencialmente cismática, además de estar en conflicto con los obispos y sacerdotes chinos fieles al Papa pero no reconocidos por el gobierno, en consecuencia, en situación de permanente ilegalidad y de dramática vulnerabilidad.

Luego del fin del maoísmo, la Santa Sede logró reconciliar consigo a una parte de los obispos ilegítimos. Pero las autoridades de Pequín no abandonaron jamás la "tradición" inaugurada por Mao, que sigue teniendo su órgano directivo y de control en la llamada Asociación Patriótica de los Católicos chinos y su expresión formal en una conferencia episcopal marioneta, jamás reconocida por Roma.

Los esfuerzos vaticanos para reconstruir la unidad y la fidelidad de la Iglesia china alcanzaron su punto máximo con la publicación, en el año 2007, de una carta del papa Benedicto XVI a los católicos de China, un documento que el papa Francisco ha confirmado, definiéndolo "fundamental" y "actual", en consecuencia asumiendo sus líneas directrices:

> Carta…

Ese año, Benedicto XVI constituyó también una comisión expresamente dedicada al examen del caso China, comisión compuesta por dirigentes de la Secretaría de Estado y de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, representantes de los obispos chinos, misioneros y expertos. La comisión se reunía periódicamente y en ella tenía un rol preeminente el cardenal de Hong Kong, Joseph Zen Ze-kiun.

Pero las autoridades chinas han continuado ordenando obispos no reconocidos por Roma, Los dos últimos, incardinados en el 2011 en las diócesis de Leshan y de Shantou, han sido excomulgados por la Santa Sede, la cual ha pedido justificaciones de lo hecho por ellos también a los obispos que tomaron parte en las ordenaciones ilícitas, con la pena de excomunión también para ellos.

Al año siguiente tuvo lugar el caso más clamoroso, el del nuevo obispo coadjutor de la arquidiócesis de Shangai, Taddeo Ma Daqin. Ordenado el 7 de julio del 2012 con la aprobación tanto de la Santa Sede como del gobierno chino, renunció ese mismo día a la Asocación Patriótica, obedeciendo a la carta de Benedicto XVI del año 2007, en la cual definía la pertenencia a la Asociación como incompatible con la fidelidad a la Iglesia. Por esto fue castigado inmediatamente con el confinamiento, y en consecuencia con la imposibilidad de suceder al anciano arzobispo de Shangai, Aloysius Jin Luxian, fallecido en abril del 2013.

Desde entonces la diócesis de Shangai sigue estando vacante, con su obispo legítimo hasta ahora bajo arresto domiciliario, testigo a muy alto precio de la fidelidad a la Iglesia universal.

Pero entre tanto también hubo cambio de Papa. A Benedicto XVI le sucedió Francisco. Y en el Vaticano han recuperado poder los diplomáticos.

Con el nuevo Papa la comisión para China no ha sido convocada jamás. La línea combativa, de confrontación con el régimen, personificada por el cardenal Zen, ha sido sustituida por una línea hecha de reiteradas ofertas de diálogo y de silencios sobre puntos dolorosos.

A favor suyo, los promotores de esta línea diplomática adscriben el cese desde el año 2012 de los nombramientos de obispos ilegítimos.

Pero han cesado también por parte de Roma los nombramientos de obispos fieles. Con la consecuencia que hay un número creciente de diócesis que están privadas de conducción.

La reanudación de las ordenaciones ilegítimas sigue además pesando como una espada de Damocles. El pasado mes de enero fue el Ministerio de Asuntos Exteriores el que amenazó en el año 2015 con un nuevo lote de nombramientos sin mandato papal. 

De lo que se filtra se sabe que las autoridades vaticanas, para el nombramiento de los obispos, buscan arrancar de Pequín un acuerdo según el modelo de Vietnam.

Para alcanzar ese objetivo aceptan callar públicamente sobre todo. También sobre los abusos más vejatorios de las autoridades chinas respecto a la Iglesia Católica.

Silencio sobre el persistente impedimento de ejercer su oficio al obispo de Shangai.

Silencio sobre el fallecimiento del obispo Cosma Shi Enxiang, del condado de Yixian, en la provincia de Hebei, arrestado el viernes santo del 2001 y mantenido prisionero en un lugar desconocido. El pasado 30 de enero se dio a los familiares la noticia de su muerte, a la edad de 93 años, noticia que luego fue confusamente retractada, sin explicaciones.

Silencio sobre el fallecimiento de otro obispo, James Su Zhi-min, de Baoding, llevado por la policía hace 18 años y de quien no se dieron más noticias.

Los medios de informaciones oficiales del Vaticano callan todo sobre lo que puede irritar a las autoridades chinas. Para tener información sobre la persecución a la Iglesia en China, la fuente católica más apropiada y confiable es la agencia on line "Asia News", difundida en italiano, inglés y chino, fundada y dirigida por el padre Bernardo Cervellera, del Pontificio Instituto de las Misiones Exteriores.

Por el contrario, quien sostiene a tambor batiente y con desmesurado optimismo la línea actualmente adoptada por los diplomáticos vaticanos es el periodista, y experto sobre China, Gianni Valente, amigo de Jorge Mario Bergoglio desde antes de su elevación al papado, redactor de "Fides", la agencia on line de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos, y además firma de relieve del portal "Vatican Insider".

El modelo histórico al que remite Valente, al tratar la cuestión china, es la "Ostpolitik" practicada por el Vaticano con los regímenes del imperio soviético, pasando por alto que en esa época esa línea diplomática fue contrapesada y por último suplantada por el distinto acercamiento que tuvo en Juan Pablo II a su protagonista victorioso.

También hoy los pasos diplomáticos en curso con China no dejan de suscitar críticas.

Las más explícitas y conocidas provienen del cardenal Zen, quien reaccionó vivamente el pasado 17 de febrero contra dos entrevistas – según dice él, con "preguntas tendenciosas" – hechas por Valente para "Vatican Insider" a dos obispos chinos en comunión con Roma:

> Zen: Sembra che qualcuno voglia farci tacere

Refiriéndose explícitamente al secretario de Estado, Pietro Parolin, Zen puso en guardia ante un fracaso: "Ningún acuerdo es mejor que un mal acuerdo. No podemos, pro bono pacis, padecer un acuerdo que traicione nuestra identidad".

Siguió otra entrevista "piloteada" por Valente a un tercer obispo chino. Y también la publicación, por parte de "Vatican Insider", de una pesada invectiva "ad personam" contra el cardenal Zen, con la firma de un sacerdote y bloguero chino, Paul Han Qing Ping:

> "Cardinale Zen, ma tu ci credi nei miracoli?"

Más todavía, hubo una defensa, por parte de Valente, del modelo de Vietnam en el nombramiento de los obispos. Pero del cual "Asia News" ha sacado a la luz los límites, en una correspondencia de un católico vietnamita y también sobre todo en un editorial del padre Cervellera sobre los graves riesgos de un acuerdo diplomático perseguido por el Vaticano sin previas contrapartidas en términos de libertad religiosa:

> Niente brindisi fra Cina e Vaticano: Pechino vuole il dominio assoluto

Libertad para la Iglesia, sin condiciones, es precisamente lo que el papa Francisco ha dicho que quiere, en su intervención más explícita llevada a cabo hasta aquí sobre China, hace siete meses.

Luego de esto no se ha pronunciado jamás en cuanto al fondo de la cuestión. El 19 de enero, al sobrevolar por segunda vez China, se limitó a decir, después de haber justificado la fallida audiencia al Dalai Lama: "El gobierno chino es educado y también nosotros somos educados y hacemos las cosas paso a paso, como se hacen las cosas en la historia".

Ni una palabra sobre China, ni siquiera en el discurso que el Papa pronunció ante el cuerpo diplomático una semana antes. 

Siguen confirmados los lineamientos de la carta de Benedicto XVI del año 2007. Pero entre Parolin y Zen, parece que Francisco está con el primero. 

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