La solemnidad del Corpus Christi tuvo origen en un
contexto cultural e histórico determinado: nació con el objetivo de reafirmar
abiertamente la fe del Pueblo de Dios en Jesucristo vivo y realmente presente
en el santísimo sacramento de la
Eucaristía ".
El Pontífice Urbano quiso dar ejemplo, celebrando la
solemnidad del Corpus Christien Orvieto, ciudad en la que vivía entonces.
Precisamente por orden suya, en la catedral de la ciudad se conservaba —y
todavía se conserva— el célebre corporal con las huellas del milagro
eucarístico acontecido el año anterior, en 1263, en Bolsena.
Un sacerdote, mientras consagraba el pan y el vino, fue asaltado por serias dudas sobre la presencia real del Cuerpo yla Sangre de Cristo en el sacramento de la Eucaristía.
Milagrosamente algunas gotas de sangre comenzaron a brotar de
la Hostia
consagrada, confirmando de ese modo lo que nuestra fe profesa. Urbano IV pidió
a uno de los mayores teólogos de la historia, santo Tomás de Aquino —que
en aquel tiempo acompañaba al Papa y se encontraba en Orvieto—, que compusiera
los textos del oficio litúrgico de esta gran fiesta. Esos textos, que todavía
hoy se siguen usando en la
Iglesia (himno Adorote Devote), son obras maestras, en las
cuales se funden teología y poesía. Son textos que hacen vibrar las cuerdas del
corazón para expresar alabanza y gratitud al Santísimo Sacramento, mientras la
inteligencia, adentrándose con estupor en el misterio, reconoce en la Eucaristía la presencia
viva y verdadera de Jesús, de su sacrificio de amor que nos reconcilia con el
Padre, y nos da la salvación.(…)
Quiero afirmar con alegría que la Iglesia vive hoy una
«primavera eucarística»: ¡Cuántas personas se detienen en silencio ante el
Sagrario para entablar una conversación de amor con Jesús! Es consolador saber
que no pocos grupos dejóvenes han redescubierto la belleza de orar en
adoración delante del Santísimo Sacramento. Pienso, por ejemplo, en nuestra
adoración eucarística en Hyde Park, en Londres. Pido para que esta «primavera
eucarística» se extienda cada vez más en todas las parroquias, especialmente en
Bélgica, la patria de santa Juliana. El venerable Juan Pablo II, en la
encíclica Ecclesia de Eucharistia, constataba que «en muchos lugares
(…) la adoración del Santísimo Sacramento tiene diariamente una importancia
destacada y se convierte en fuente inagotable de santidad. La participación
fervorosa de los fieles en la procesión eucarística en la solemnidad del Cuerpo
y la Sangre de
Cristo es una gracia del Señor, que cada año llena de gozo a quienes participan
en ella. Y se podrían mencionar otros signos positivos de fe y amor eucarístico»
Un sacerdote, mientras consagraba el pan y el vino, fue asaltado por serias dudas sobre la presencia real del Cuerpo y
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