El domingo de Pentecostés se celebró en nuestra Iglesia con grande solemnidad y decoro. Aunque, en cierto sentido, todas las solemnidades litúrgicas de la Iglesia son grandes, esta de Pentecostés lo es de una manera singular, porque marca, llegado al quincuagésimo día, el cumplimiento del acontecimiento de la Pascua, de la muerte y resurrección del Señor Jesús, a través del don del Espíritu del Resucitado. Un grande cuadro dibujado a óleo su tela, a lado del altar, recordaba el descendimiento del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y Maria, la Madre de Jesús. Original la procesión ofertorial con las siete niñas que ofrendaban lemas de los siete dones del Espíritu Santo, con una danza litúrgica de otras niñas, bajo la guía de la joven colaboradora Estefaní Piña.
Se estrenó el nuevo sonido de la Iglesia, fruto de la generosidad de los feligreses y venta de diferentes tipos de comida, de parte del grupo Cristo Rey y colaboradores de la Iglesia.

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